sábado, 6 de junio de 2009

El canto bocinero del pan

-No, yo no puedo seguir con este engaño
-¿Qué engaño? -preguntó con ternura mientras sus lágrimas ennegrecidas manchaban su rostro y sus muñecas.
-Esto, ¿es que no te das cuenta? así no llegaremos a ningún lado -lanzó por la ventana su mirada mordiéndose el silencio.
-Pero al menos sí te quiero, ¿eso no te importa?
-¡¡¡¿De qué vale que me quieras si no estás enamorada de mí?!!!

Por un momento profundo ella sintió un nudo cargado de vidrios en la
garganta. Él, de pie junto a la ventana, empuñaba sus manos para no romper
el llanto que iba retorciendo lentamente sus labios.
Afuera seguía amaneciendo con la tranquilidad de las aves que no habían y el
canto bocinero del pan.

-Te quiero - susurró acongojada.
-¿Y qué es querer para ti?
-Tal vez lo que para ti es amar.
-Entonces, ¿me amas?
-Te quiero

Entre las sábanas de nieve se fueron deslizando
lentamente las armas del amor, una sobre otra. El contacto
eléctrico de los corazones emanaba una brisa que se
complementaba con el rocío de aquella mañana, la misma que respondía al
canto de la pasión, con otro muy peculiar, muy distinto al de las aves que
en ese momento estuvieron ausentes.
Afuera, el canto bocinero del pan...

¡¡Gordo!!


Es como estar enamorada. Simplemente estas volando, hasta lo más insignificante cobra una extraña clase de vida que nos atrae, no sé, es como estar enamorada.
Nos gustaba reír en el zaguán o jugar en un parque frente al mar de Buenos Aires, alucinar que estamos en Argentina, sentir el frío de la neblina que nos rodea, restándole horas al día y todas esas vainas, pero siempre nos gustaba reír. Le contó mientras fumaba su pequeño cigarrillo a mi buen amigo el gordo. Ese gordo, a veces siento haberlo usado de paño.
Siempre quise saber, por ese entonces, qué es lo que ella sentía cuando ponía entre sus labios ese cigarrillo y su manera de llamarme gordo era distinta, no quise contarle que la vi fumando eso, pero estuve seguro que él lo hacia también, así que se lo conté, como a un amigo: ella me dijo que les gustaba reír en el zaguán o jugar frente al mar de buenos aires; siempre les gustaba reír, Ja ja ja cuando los veía juntos sabía que reían por algo y que no era tan natural como ella me decía. En fin. Me confundían las palabras del gordo, ya que no le encuentro tanto sentido, estaba cambiado, me contó que ella le dijo que nos gustaba reír, pero él estaba triste, aunque tenía una sonrisa dibujada, sé que está triste.
Aquí lo hicimos por primera vez ja ja ja fue un cague de risa, la gente pasaba sin percatarse de nosotros, manché mi vestido, salimos corriendo y frente al mar prendimos otro, gordo, es lo mejor que he vivido. Cómo pudo contarle eso, se suponía que era un secreto, pero el gordo si era de confiar. Aquí lo hicimos por primera vez, fue un cague de risa. Cuando ella me contó esto, sus palabras iban exitándome y mi curiosidad por probarla crecía. Siempre me gustó, desde la secundaria, cómo es que ese gordo sabiéndolo me haya echo esto.
Y me recosté con él aquí, de esta manera; cuando me dijo esto noté que dejó ese cigarrillo sobre una piedra, lo tomé y me lo fumé, ella reía, no dejaba de hacerlo, más aún cuando me vio toser, quedé adormecido, fuera de mi, ella y yo, en un paraíso de arenas de cristal. Ja ja ja ja, este gordo, se lo advertí, no fumes de eso por que te quemarás la cabeza, me parece curioso que el gordo se haya atrevido a fumárselo, pero gordo, qué mas, dime qué te dijo.
Recuéstate a mi costado y mira el cielo, ves esa nube, ahí está mi nombre, te gusta, sí me gusta, ja ja ja gordo te fuiste, no, aquí estoy. Dame la mano, gordo, te parezco linda, siempre eres linda, gordo, bésame, hagámonos aquí.
Salimos corriendo de la mano hasta caer en la arena y prendimos otro cigarrillo de esos. Prométeme que no se lo contarás gordo.
Creo que el gordo no me cuenta todo.
Olvidé que él me había pedido hablar con ella; la encontré sola en la arena, él se quedó esperándome y mirándome.
Gordo, hay algo que aún no me cuentas.
Gordo, lo amo.